Dos representantes del colectivo Jóvenes de Castilla y León presentaron ante la Comisión de Despoblación y Reto Demográfico del Senado sus propuestas para frenar la despoblación de su comunidad. Denunciaron el “abandono y olvido institucional” sufrido durante años y reivindicaron la necesidad de que los organismos públicos se impliquen cuanto antes para solucionar problemas arrastrados desde hace décadas.
Llegaron nerviosos en una mañana de esas complicadas que hacen tener más ganas aún de huir de Madrid, por la lluvia que en esta ciudad se lleva tan mal, desborda el tráfico y multiplica los tiempos para moverse. El retraso acumulado en la sesión con la consejera de Cantabria, que les precedía, no sirvió precisamente para calmarles. Pero, finalmente, casi a las 11.45 de la mañana entraban en la sala, saludaban a la mesa, cogían una botella de agua, miraban alrededor, se hacían mutuamente los últimos comentarios y arrancaban una comparecencia que suponía un hito, uno más, en ese camino que iniciaron hace apenas año y medio para dar voz a los problemas de Castilla y León.
María José Pérez Vizán arrancaba con voz trémula y una cita de Unamuno: “Hay, decía Víctor Hugo, un espectáculo más grande que la mar: el cielo: el interior del alma, y yo, que no soy Víctor Hugo, añado: hay un espectáculo más grande que el interior del alma y es el alma de un pueblo”. Y seguía con una frase contundente: “Somos jóvenes, hijas e hijos de la España vaciada, luchamos por un futuro en y para Castilla y León”. Menos de 20 palabras que resumen el objetivo en el que trabajan desde que se ambos se tomaran un café, tras conocerse en redes sociales, y hablaran de lo que les unía:
“Nacimos y crecimos en Castilla y León y nos vimos obligados a emigrar”.
“Parece que el término España vaciada molesta”. “Nos hemos encontrado con la inacción de los poderes políticos durante décadas”, reclamaba, antes de empezar a desgranar datos de una realidad que se extiende por la comunidad más amplia de Europa: Castilla y León se desangra en el padrón, 2 de cada tres jóvenes se plantea emigrar, la población se reducirá un 10% más en 15 años,un 40% de paro juvenil, un 70% de trabajo precario, el 38% de los titulados universitarios emigra (el doble que en el resto de España. «Somos la fábrica de talento de España, que se ve abocada a la emigración, al envejecimiento y a la precariedad», resumía.
Frente a ellos una veintena de senadores, pocos -por las restricciones sanitarias, por la meteorología, por lo que sea-, pero atentos y sorprendidos por la emoción que María José imprimió desde el primer momento a su alocución. Con sus abrumadores datos y ejemplos de pueblos sin agua potable, de consultorios rurales cerrados durante la pandemia, de infraestructuras deficientes y dramas personales con los que cualquier castellano y leonés puede sentirse identificado. Como el dolor de las familias que pierden a alguno de sus miembros en accidentes de tráfico en carreteras en mal estado -y como ejemplo la N122 que lleva décadas esperando que la adecúen -. O el hecho de que haya el triple de posibilidades de fallecer de un ictus en Zamora que en Madrid, porque Ávila, Soria, Palencia, Zamora o el Bierzo no tienen una unidad de ictus, o servicio de radiología.
Su compañero, Juan José Álvarez Merino, no se quedaba a la zaga a la hora de recordar los problemas con los que se enfrentan a diario en su tierra, desde la falta de vivienda y oportunidades laborales a las infraestructuras. Destacó la urgente necesidad de “reindustrializar Castilla y León para frenar la sangría poblacional, potenciando actividades clave como la industria agroalimentaria y los sectores logístico, energético o farmacéutico, entre otros”. E incidía en que nada de eso era posible sin una red de infraestructuras básica: conexión de internet de alta velocidad en todo el territorio, una red de carreteras digna y la recuperación de las conexiones ferroviarias que, en los últimos años y especialmente tras la crisis del COVID, han desaparecido, limitando así la conectividad de áreas rurales. “Una escabechina” definía. Y como ejemplo, el de María José, que no pudo viajar a Madrid en el primer tren de la mañana desde Zamora, que ha sido anulado.
Castilla y León es la comunidad con más “zonas blancas”, de todo el Estado, insistía, “el 23% de sus habitantes, más de medio millón de personas, vive en un municipio donde no hay ningún operador que ofrezca Internet de banda ancha de 30 Mbps o más”. Una situación que impide a las empresas competir “en igualdad de condiciones”. De “marginación institucional”, calificaba la gestión de la Autovía del Duero, “que estaba llamada a vertebrar Castilla y León de este a oeste y que cuenta con 30 años de retraso”.
Frente a esa situación, propuestas. Como las que presentaron en su momento ante los gobiernos nacional y autonómico y que repasaron en la Cámara Alta, para impulsar la economía, potenciar sectores estratégicos como el agrario, fijar la población joven, blindar los servicios básicos o mejorar la gestión del territorio. Con especial énfasis en la necesidad de poner en marcha “planes inclusivos de retorno de jóvenes que contribuyan a un reequilibrio territorial, con objetivos específicos para personas en situación de vulnerabilidad y exclusión social”.
Una oportunidad representan ahora los fondos COVID, que calificaban de oportunidad única para “cambiar la tendencia económica y frenar el declive demográfico de Castilla y León”. 140.000 millones de euros (equivalente al 11% del PIB español), para los proyectos que presente España y valide la Comisión Europea. “Debemos dar prioridad a los proyectos enclavados en las zonas que más lo necesitan y que están más golpeadas por la despoblación, como las provincias de Soria, Zamora, Palencia o León”, reivindicaban, porque “nos lo jugamos todo a una carta”, insistían
En definitiva, acciones que deben empezar cuanto antes. “Sabemos que no se va a arreglar esta situación en un año o dos, tal vez se necesiten décadas, pero hay que empezar ya”.
Tras las palabras de algunos de los políticos presentes, respondían con un mensaje que tienen claro: frente a los debates ideológicos, la necesidad de trabajar juntos por un futuro común y hacer frente a carencias que no afectan solo a los más jóvenes.
Y terminaban reivindicando “un futuro en Castilla y León, nuestro derecho a desarrollar un proyecto individual y colectivo con unas condiciones de vida dignas” y evitar que la comunidad “se convierta en el geriátrico al aire libre más grande de Europa”, porque “sin jóvenes no hay futuro”.
“Ha sido una buena oportunidad. La cámara territorial es el mejor sitio para hablar de todo esto. Hemos puesto voz a mucha gente que lo pensaba pero no se habían atrevido a decirlo”, contaba Juan José al finalizar la sesión. “Eran unos mensajes que había que lanzar. Son situaciones y problemas muy graves, que afectan a todos”, insistía, satisfecho tras la experiencia.
Todavía emocionada, María José valoraba todo lo avanzado en año y medio y que llevó a esta intervención que, “por fin pone voz a tantas gargantas calladas” y que espera se traduzca en actuaciones reales, no en meros textos legislativos sin desarrollo.
Arreciaba la lluvia en Madrid mientras atendían a periodistas y comenzaban a responder a los cientos de mensajes llegados a sus móviles por el resto de miembros del colectivo, ése que nació en Madrid hace año y medio y que ahora se extiende a Nueva York, Bruselas, Dublín, pero también a Ávila, Palencia, Burgos… a pueblos y ciudades repartidos por toda la comunidad. Han logrado estar en la agenda política y mediática y miles de seguidores en redes sociales se hacen eco de su mensaje, lucen una espiga, símbolo de esperanza y están dispuestos a seguir reclamando acción para Castilla y León. Los últimos días lanzaban un nuevo mensaje en redes: #NosVanaEscuchar, y ayer en Madrid los senadores representantes de todos los partidos los escucharon con atención.
(Fuente: El Mundo – Diario de Castilla y León)
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